📘 El Eternauta — De la página 56 a la 65
Subtítulo: Camiones, violencia entre humanos y caída del cielo confiable
🔹 Resumen (págs. 56 a 65)
Desde el interior de la casa, Juan Salvo y sus compañeros observan un fenómeno nuevo en el cielo: una nave o cometa, luminosa, silenciosa, de forma y movimiento no terrestre. Su sola aparición intensifica la sensación de vigilancia, aunque no ataca. Funciona como signo: algo nos observa desde arriba.
El centro emocional del tramo es el momento en que Pablo es secuestrado. Juan y Favalli se acercan a la casa donde lo habían dejado, pero observan una escena escalofriante: un grupo armado, humano, lo fuerza a subir a un camión cerrado, con rejillas pequeñas, tipo transporte de carne. Los que lo secuestran no son extraterrestres ni criaturas anómalas: son personas, organizadas, armadas, que actúan con rapidez y violencia. Pablo es llevado a empujones. No se lo captura para estudiar ni se lo desintegra: se lo toma como recurso, rehén o botín.
La escena deja claro que, más allá de la nevada y la amenaza "de arriba", abajo también hay conflicto humano. La lucha por los recursos, el control territorial o la dominación entre grupos empieza a aflorar. No hay épica de unidad nacional: hay disputa entre humanos en estado de emergencia.
Casi inmediatamente después, el grupo presencia otro episodio: una formación de aviones militares sobrevuelan la ciudad. Por un momento, parece posible la intervención de una fuerza organizada. Pero enseguida, haces de luz, disparados desde tierra, impactan en las naves. Los aviones caen en llamas, uno tras otro. Lo que parecía una ofensiva o un rescate, se convierte en derrota total.
🔹 Interpretación alegórica (págs. 56 a 65)
Este tramo revela una clave central del universo de El Eternauta: la catástrofe no unifica, fragmenta. Ante la amenaza global, los humanos no se organizan de manera solidaria, sino que algunos aprovechan para tomar ventaja sobre otros. El secuestro de Pablo por un grupo armado no responde a un plan alienígena, sino a una lógica puramente humana: aprovechar la vulnerabilidad del otro para ejercer dominio.
No hay indicios de colaboración con un invasor. Lo que se expresa acá es la emergencia de lo peor del instinto de supervivencia: la apropiación del otro como medio. Pablo, joven, débil, útil, es arrebatado. El camión con rejillas no es solo instrumento de captura: es símbolo de apropiación, de que los vínculos (la promesa de volver por él) pueden ser deshechos por la violencia.
La aparición de los aviones y su derribo por luces dirigidas desde tierra marcan la cancelación de toda esperanza institucional. No hay ejército que salve, no hay centro que intervenga. La ciudad está controlada desde abajo, desde sectores donde actúan fuerzas desconocidas con tecnología letal y eficacia absoluta. En ese contexto, la épica no puede estar en la gran acción heroica, sino en la persistencia de una ética mínima: cuidar, resistir, no caer en la lógica del dominio.
El cielo ya no es símbolo de altura ni liberación. Es escenario de derrota. La tierra, en cambio, se revela como espacio conflictivo, dividido, incierto. La épica de El Eternauta, en este punto, no se construye contra un enemigo unificado, sino en medio de la fragmentación humana, donde cada gesto de lealtad o compasión —como el de Salvo al buscar a Pablo— es, en sí mismo, un acto de resistencia.
